¿Formadores y formaciones del siglo XXI o de la serie Cuéntame?

Reflexiones reflexionadas y experiencias experimentadas de un formador inquieto que solo sabe que no sabe nada y que hay mucho que aprender.

“La verdadera sabiduría está en reconocer la propia ignorancia” (Sócrates)

Buenos días soy XXX, soy EXPERTO en XXX, he trabajado para XXX y he estudiado XXX…” ¿Quién no ha dicho o escuchado una frase similar al inicio de una formación? La verdad es que como ejercicio de ego personal y enaltecimiento de la autoestima no está nada mal. Autodenominarnos expertos me parece bastante presuntuoso en una época en la que todo se mueve tan rápido y en el que debemos formarnos, leer y estudiar a diario para no perder el tren del conocimiento. Una profesora de Máster me dijo una vez una frase que creo que no olvidaré jamás: “A veces tenemos ataques de importancia”. Esa frase me persigue desde ese día dada mi irrefrenable tendencia a la reflexión filosófica constante de la vida y de la cual el trabajo no podía quedar al margen. ¿Quién es la persona realmente importante en una formación? Mi conclusión es muy simple: si yo no estuviera aquí algún otro formador o formadora lo haría igual o mejor que yo, pero si no hubieran asistentes…

Por lo tanto, en una sala de formación los más importantes son los alumnos. Quitarse ese “peso” de encima ayuda a la relajación del formador y a que su discurso fluya en un plano de igual a igual que facilita la comunicación y la conexión con la audiencia. Yo siempre utilizo la misma frase “la sala y la formación es vuestra” y al presentarme digo “tengo experiencia en XXX y sigo aprendiendo cada día, y hoy lo haré con vosotros también”

La coherencia de ser coherente

Coherencia, bonita palabra, ¿verdad? Otra de mis reflexiones reflexionadas gira en torno a la palabra COHERENCIA. ¿Hacemos lo que decimos como formadores en las salas de formación? Solemos tener un discurso que alienta a los alumnos a participar, opinar, sentirse cómodos… ¿somos coherentes en eso?

Si nos hemos presentado como expertos y masters del universo ya vamos mal… ¿no sería mejor conectar, explicar una anécdota, preguntar a los alumnos que esperan de la formación? He aprendido durante estos años que la mejor manera es conectar con los alumnos antes de empezar. Sonreír, humor, interesarse por su desplazamiento, su día a día. En definitiva, mostrarse como uno más. Esta “previa” marca todo lo que va a suceder después. En estos tiempos en los que tanto se habla de Coaching y de empatía, nada mejor que empezar a practicar en nuestras formaciones para dar ejemplo.

Escenarios pensados para conectar

Por otro lado, está el escenario. Hablamos de formaciones amenas, participativas… pero lo que el alumno ve a menudo al entrar es una de esas horribles salas en forma de U o de escuela, con pupitres, mesas y sillas que les hacen retroceder instintivamente a las peores pesadillas de su época de estudiante o a todas esas formaciones soporíferas recibidas en su empresa anteriormente. Todo está jerarquizado, el formador en su mesa delante y los alumnos sentados junto a su mejor amigo sin cambiarse de lugar en las 6 u 8 horas de la formación y sobre todo sentándose, a medida que van entrando, en riguroso orden de más lejos de la pantalla a más cerca con la habitual mofa a los últimos en entrar al grito de “¡te toca delante, por llegar tarde!” En ese contexto, entramos nosotros en escena con nuestro ataque de importancia y acabamos de rematar la jugada. Ya tenemos el escenario perfecto para la desconexión inmediata de cualquier ser humano.

¿Podemos hacer algo? Seguro que sí. A pesar de que, en ocasiones las salas son como son, tenemos margen suficiente para, ejercitando la creatividad, modificar la escena del crimen que se avecina. ¿Alguien sabe para qué sirven las mesas en una formación? Está sobradamente demostrado que solo recordamos las cosas cuando lo pasamos bien y vivimos una experiencia diferente. Hablamos de hacer sentir, no de ir a una sala a rellenar una libreta que, al llegar a casa, se unirá al montón de papeles perdidos en el armario. La información la podemos pasar luego en un correo y sobre todo debemos fomentar la participación durante la formación para resolver cualquier duda.

Mesas fuera, sin barreras, sillas en círculo o desordenadas por la sala, espacio libre y máxima proximidad. Hacer que se cambien de lugar después de cada dinámica o descanso es una buena manera de conseguir fomentar su atención, nunca deben empezar y acabar sentados en el mismo lugar junto a las mismas personas y con el cartelito con su nombre en “su mesa”, NUNCA. Si tenemos la posibilidad de elegir, lo ideal es disponer de sofás, butacas, máquina de café en la sala…todo lo que pueda crear una atmósfera lo más relajada y cercana posible. Si conseguimos esto ya estamos generando un clima diferente, y sobre todo empezamos a ser coherentes.

¿Pueden usar el móvil los alumnos durante la formación? Sin duda alguna sí. Siguiendo con la máxima de la coherencia, ¿somos profesores de la vieja escuela o formadores del siglo XXI? ¿Quién soy yo para decirle a nadie lo que puede hacer? El mensaje es claro, pueden usar el móvil cuando quieran, es su sala y deben sentirse libres y relajados. Para ello les proponemos un acuerdo, si lo quieren usar son libres de hacerlo, pero deben salir de la sala para no molestar. Debemos aproximarnos a ellos con acuerdos no con prohibiciones. Todos hemos visto como, a pesar de prohibir el uso del móvil, los alumnos acaban haciendo contorsionismo para escribir en WhatsApp sin que se note mucho… Si les damos libertad y llegamos a ese acuerdo, ellos mismos se auto regulan y acaban por cumplirlo. No lo verán como algo impuesto y tendremos autoridad moral para recriminarles su uso.

El timing

Toda formación tiene su índice, su timing. Sin duda eso es muy necesario para poder cumplir con el horario y contenidos a presentar, pero siguiendo de nuevo con la coherencia, me hago esta pregunta ¿si los importantes son los alumnos debemos seguir a rajatabla con el Timing? Es una pregunta que sin duda puede generar mucho debate. En mi opinión el Timing es una guía, no algo inalterable. Veo las formaciones como algo vivo, cambiante, que depende de los alumnos para tomar una forma u otra. Sus opiniones, sus debates, sus inquietudes hacen que el Timing tome formas distintas alargando o acortando los tiempos de las diferentes fases de la formación. Todos hemos visto alguna vez como se genera un debate enriquecedor sobre un punto en concreto y el formador corta por lo sano diciendo aquello de “gracias por vuestra opinión, pero pasamos al siguiente punto”. ¿Empatía? ¿Coherencia? ¿Esta no era la formación de los alumnos en la que debían sentirse cómodos y participativos? ¿Somos formadores o señoritos o señoritas Rottenmeier? A veces es muy difícil lograr el equilibrio, tampoco podemos acabar la formación con la mitad de los contenidos sin explicar… Mucho que reflexionar, pero yo elijo la formación conectada y viva que escucha y deja hablar.

Accionemos un buen plan

El coaching está de moda en estos tiempos y todos los formadores nos presentamos como Coaches. En consecuencia, en todas las formaciones no pueden dejar de salir palabras como “zona de confort” tan usada y manoseada en la actualidad que hasta ha perdido su sentido primogénito. Pero sobre todo no puede faltar… tachan tachan: el “Plan de Acción”. El plan de acción es una herramienta de coaching para generar compromisos en los alumnos y un objetivo en el que trabajar para mejorar su desempeño. ¿De qué sirve un plan de acción? De NADA. Ahora que ya he captado vuestra atención y antes de que sea crucificado, me voy a explicar.

Veamos el contexto, sala de “Cuéntame” con sus mesas y sus sillas ordenaditas, debates cortados en pro del cumplimiento del Timing, un formador EXPERTO mirándonos, horas sentados encajonados al lado de nuestros compañero o compañera del alma, mensajes de WhatsApp furtivos bajo la mesa, miradas de pena a los desafortunados que han tenido que sentarse en las primeras filas y de repente… ¡tenemos que hacer un plan de acción!

¿Pensar en un plan de acción después de horas de formación y en ese contexto sirve de algo? En absoluto. Por experiencia personal puedo decir que esos planes de acción acaban siendo papel mojado, compromisos adquiridos deprisa y corriendo para cubrir el expediente y que después de la formación se diluyen en el tiempo. Pero los formadores, lejos de hacer esta autocritica repetimos y repetimos esa dinámica para cubrir el expediente y seguir pareciendo Coaches expertos.

Un plan de acción debe cumplir varias premisas, entre ellas que debe ser VOLUNTARIO y NO DIRIGIDO. Debe salir de la propia persona si quiere trabajar en algún aspecto y con un objetivo claro. Esto es innegociable. Por lo tanto, la mejor opción es dar la posibilidad a los alumnos de hacer uno después de la formación, pasados unos días de reflexión y que pueden rellenar de forma virtual (ej. Google Forms). ¿Qué pasa si no creen oportuno hacerlo? NADA. ¿Qué pasa si lo hacen libremente? TODO. Si nace de su libertad y de sus ganas de mejorar algún aspecto debemos hacer seguimiento y mostrarnos a su disposición en todo momento. Si han decidido no hacerlo o lo han hecho y luego no lo han aplicado, simplemente constataremos que no les ha parecido oportuno, sin dramas.

Pero en Coaching hay algo peor que un plan de acción hecho por obligación, el plan de acción dirigido. Tener unos planes de acción predefinidos que dejamos elegir a los alumnos es un error mayúsculo. Esto no es Coaching, es Mentoring. Las dos cosas pueden ser válidas, pero tengamos claros los términos antes de declararnos expertos.

Para finalizar la sesión, en algunas formaciones suele aparecer la diapositiva de “Gracias”. El crimen ya es un hecho y la culpa no es del mayordomo. Al finalizar una formación es mucho más práctico y realista hacer una reflexión final con los alumnos, por ejemplo ¿Que os lleváis de la formación? Si queremos dar las gracias, lo podemos hacer al salir, con un apretón de manos, abrazos o besos. Si hemos conectado con ellos y se han sentido cómodos, surgirá de forma natural.

Formadores, reflexionemos todos juntos y seamos coherentes. Me despido con una de mis citas favoritas:

“No puedo enseñar nada a nadie, solo les puedo hacer pensar” (Sócrates)

CONTINUARÁ…

Joan López

Senior Retail Trainer | Sales Coach | Enhancing Customer Experience

 

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